Tras mi llegada al aeropuerto desde Asunción, la capital de paraguay, me encontre en una situación que probablemente ninguno de ustedes tenga que vivir a lo largo de su vida: me encontraba en un país extraño, sin nadie conocido ni en quien poder apoyarme. Como era ya de noche, decidí que aquella noche la pasaría al cobijo de la terminal.
A la mañana siguiente, me desperté con muchas ganas de salir a conocer mi nueva ciudad, pero también con temor por como me acogerían en ella. Cuando salí a la calle la verdad es que me quedé muy impresionada. Esta ciudad es muy distinta de donde yo procedo: allí todo el mundo se conoce y ayuda y, aquí, la gente se cruza por la calle sin mirarse a la cara, todo el mundo corre de un lado para otro. Al pasar por delante de una tienda de televisores, estaban dando el informativo de la mañana y en una noticia pude ver como habían comprobado el pasotismo de la gente ante una chica inconsciente tirada en el suelo del metro. La verdad es que el comportamiento ciudadano fue una de las cosas que más me llamó al atención.
Dejando a un lado ese tema, continué por las calles hasta la boca del metro más cercana, me gasté los primeros dos euros de mi presupuesto y cogí el metro hasta la parada de Nuevos Ministerios, y de ahí a la línea 6 hasta Ciudad Universitaria, donde quería visitar mi nueva facultad.
Tras salir de la Universidad, mi siguiente objetivo era encontrar un lugar donde instalarme que no estuviera muy lejos de mi lugar de estudio. Observando los anuncios de la estación del metro, encontre que una señora alquilaba habitaciones para estudiantes cerca de la parada de Argüelles, asi que llamé al telefono que ponía y quedé con la señora esa misma mañana. Al volver al metro y gastar mi segundo billete, empecé a observar a la gente que encontraba a mi alrededor, me daba la sensación de que todos me miraban, éra muy incómodo. Entonces yo comencé a pensar en el estereotipo que tenemos los inmigrantes del español chiquito, gordito y morenito, que baila sevillanas y come paella. La verdad es que ninguno se me parecía a esto. Había gente de todo tipo. Entonces fue cuando me dí cuenta de lo que los estereotipos provocaban y porque todo el mundo trataba de observarme sin que me diera cuenta.
Tras pasar la parada de Moncloa llegué a mi destino, me guié por las indicaciones que la señora me había dado y la verdad es que cuando llegué el recibimiento y trato no fue para nada como yo esperaba, como dicen ustedes aquí en España, "todo mi gozo en un pozo". ¿Se imaginan lo que me ocurrió?
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